El Doctor Mena

En breve se cumplirán 220 años del nacimiento de Tomás Antonio de San Pedro de Alcántara Mena Mesa, más conocido como el Doctor Mena. 

El Doctor Mena fue un personaje singular que dejó una gran huella en la población majorera, sobre todo, entre los más necesitados. Por este motivo, y por haber sido un filántropo excepcional, no queremos dejar pasar la ocasión de rememorar su figura.

Infancia del Doctor Mena

El Doctor Mena nació el 20 de febrero de 1802, en el “Buen Lugar”, una humilde vivienda de dos habitaciones y techo a dos aguas, situada cerca de la localidad de la Ampuyenta.

Tomás pasó su infancia en Fuerteventura, en una isla en la que, por aquel entonces, la vida era muy dura y sacrificada. Sus padres cultivaban cereal en unas gavias que había cerca de Tefía. Pero, tanto esfuerzo apenas les llegaba para comer.

Tomás no iba a la escuela porque en aquella época sencillamente no había colegios en la isla. Algunos niños tenían la suerte de aprender gramática y cuentas esenciales, gracias a que personas versadas les  daban clases particulares.

El pequeño Tomás aprendió a leer, escribir y un poco de matemáticas de la mano de su padrino, el Presbítero Medina, quien pasaba por su casa para instruirle. Fue precisamente el clérigo quien animó a los padres de Tomás a que mandaran al joven a estudiar a Las Palmas, al Seminario Conciliar de Canarias.

Los padres aceptaron, pues ya lo habían hecho con su hijo mayor, Conrado, que era sacerdote y contaba con una acomodada vida.

En 1812, con apenas 10 años, Tomás se separó de su familia y marchó a Las Palmas. Sus padres, José León y María de San Diego, eran tan pobres que para costear el viaje tuvieron que vender un pequeño ajuar y la cosecha de ese año. 

El Doctor Mena en la Universidad

Una vez concluidos los estudios primarios, se incorporó al Seminario Conciliar, cursando la carrera de Filosofía en la Universidad de Sevilla. Era un chico espabilado, con grandes inquietudes. Con 18 años ya estaba opositando a las cátedras de Filosofía en La Santa Iglesia Catedral de Canarias. Sacó la cátedra sin problemas, con la nota de sobresaliente. 

El doctor Mena renunció a la cátedra, sin tomar posesión, al ser llamado por su hermano Conrado, que era presbítero en La Habana. Conrado contaba con una posición social relevante y una pequeña fortuna.

Según dicen, Tomás llegó al puerto de La Habana sin más equipaje que lo puesto: una camisa y un pañuelo.

La Habana fue la gran oportunidad de Tomás. Allí se matriculó en Medicina. El 27 de marzo de 1825, se le otorgó el título de Bachiller en Medicina y de Licenciado en Cirugía Latina.

Hacemos aquí un paréntesis para tomar conciencia de la capacidad de superación del joven Tomás que, con apenas 23 años, ya había conseguido salir de Fuerteventura, un terruño sediento en medio del Atlántico, y cursar dos carreras universitarias con excepcionales notas. 

Cuba se le hizo pequeña al Doctor Mena. Marchó a París en 1831, adquiriendo amplios conocimientos en medicina. 

Tras una estancia de seis años en la capital francesa regresó a La Habana. Allí abrió su consulta médica, asistiendo en varias epidemias de fiebre amarilla y cólera. Estas circunstancias le acreditaron como un gran clínico, uno de los mejores cirujanos de la época, además de especialista en enfermedades tropicales. Viajó por diversos países dando conferencias, a la par que se seguía formando. Era una eminencia mundial.

El nombramiento del Doctor Mena como Académico en la Facultad de Medicina de la Universidad de Cádiz, en 1846, le supo a gloria. Se comenzaba a reconocer su celebridad internacional en suelo patrio, algo que en nuestro país era, y es, muy excepcional. 

El Doctor Mena regresa a Fuerteventura

En 1846, con 45 años de edad, el afamado Doctor Mena dejó todo para regresar a su Fuerteventura natal.

Esta vez no se vino de vacío, sino con una inmensa fortuna, además de: impresionantes porcelanas francesas e inglesas, un cuadro de la escuela de Goya, muebles de maderas nobles, cuberterías de plata maciza con sus iniciales grabadas, camisas y trajes con abotonadura de oro, y un largo etcétera. También se trajo a su criado mulato.

Tomás estaba dispuesto a pasarse el resto de su vida junto a su madre, viuda por segunda vez, que seguía viviendo en la aldea que le vio nacer.

Decidió pasar el resto de sus días dedicado a la vida contemplativa, en su tranquila isla, alejado del ruido de las grandes urbes.

Pero, no pudo desprenderse de su profesión de médico. Se sintió en la obligación de prestar sus servicios cada vez que era requerido. La única condición que puso era que los enfermos acudieran a su despacho. Siempre lo hizo de manera gratuita.

Se compró y amuebló dos casas en Fuerteventura: Una cerca del Molino de Tefía, y otra en la Ampuyenta (actualmente acoge la Casa Museo del Doctor Mena). Asimismo tuvo propiedades en Casillas del Ángel, Los Llanos, Betancuria, el Valle de Santa Inés, La Antigua, Vega de Tetir, Valle de Jaifas en La Oliva, Costa de Los Lajares y Puerto Cabras. 

También adquirió varios terrenos en Tenerife, entre los que destacamos una casa de verano en Los Rodeos, una finca rústica por Guamasa y otra en el Tornero.

El Doctor Mena falleció el 10 de julio de 1868. Dejando una inmensa fortuna y un importante legado que fue custodiado nefastamente por sus herederos. 

Una valiosa biblioteca llena de libros de medicina e incunables, fue quemada por sus familiares, utilizada como combustible para tostar trigo y maíz.

Dejó una inmensa fortuna monetaria, para que se construyera un hospital en Fuerteventura, el primero de la isla. Este edificio no se comenzó a construir hasta 1901, terminándose en 1965. Pero nunca entró en funcionamiento. Es el conocido como “Hospitalito de la Ampuyenta“.

 

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