Dicen que Fuerteventura es la isla tranquila, donde no tienen cabida las prisas ni el estrés, donde vivir es casi como estar de vacaciones.
Esta isla te ofrece la oportunidad de disfrutar del paisaje en cualquier época del año. Recorrerla, según tus gustos, es una estupenda forma de descubrir rincones que te atrapen el alma. También verás lugares donde la naturaleza y la historia se unen formando un tándem perfecto. Ese es el caso de la ruta que te proponemos hoy, un recorrido cicloturista que tiene como punto de partida Corralejo y de destino Majanicho, dos pueblos marineros.
Ruta ciclista Corralejo – Majanicho
La senda que conecta Corralejo con Majanicho tiene una longitud de poco más de 8 kilómetros de distancia. Es muy sencilla de realizar y no cuenta con dificultades técnicas, ni repechos pronunciados. Es un itinerario ideal para hacer en familia y, especialmente, para personas que no hayan alcanzado un buen manejo de la bici.
Pedalearás por una ancha pista de tierra que bordea la costa norte de Fuerteventura. Además, si tienes este artículo presente podrás acercarte a su historia y a leyendas majoreras. También descubrirás la fauna y la flora más representativas.
Inicio
La ruta tiene su salida en la Avenida Juan Carlos I.
Justo debajo de la estación de guaguas de Corralejo, verás una pista de tierra que se dirige sinuosa hacia unos molinos eólicos. Cógela y comienza el recorrido. Ahora bien, no vayas muy rápido, pues a escasos metros de comenzar tienes el primer punto de interés.
Charco de Bristol.
El Charco de Bristol es una playa semiurbana de más de 100 metros de longitud y cuenta con una anchura media de 30 metros. Su escasa profundidad, su fondo arenoso y el oleaje suave la hacen ideal para ir con niños. Es, además, una de las pocas playas de Fuerteventura en las que está permitido el baño con perros.
El Charco de Bristol destaca por ser un espacio de alto valor florístico. Es el hábitat del salado de marisma, un matorral cespitoso que se desarrolla en suelos salinos, y que cubre buena parte de las orillas del Saladar de Bristol. Este endemismo, de las islas orientales, solo habita en el Charco de Bristol y en el Islote de Lobos.
Gracias a los hallazgos arqueológicos encontrados en la zona, se sabe que Bristol fue un importante lugar de pesca, marisqueo y de enterramiento, durante la etapa aborigen.
Salimos del Charco de Bristol y seguimos el sendero dirección norte, hacia la desaladora. Desde este punto observaremos de frente a la vecina isla de Lanzarote, separada de Fuerteventura por el estrecho de la Bocaina y, a la derecha, el Islote de Lobos.
Pasamos de largo y tras unas pocas curvas encontramos otro punto donde hacer un alto en el camino.
Playa Bajo de la Burra o Caleta del Barco.
La Playa del Bajo de la Burra o Caleta del Barco tiene casi 500 metros de longitud y una anchura media de unos 10 metros. Es una playa que se ha hecho muy popular por tener su suelo compuesto de rodolitos.
Los rodolitos son algas calcáreas originadas bajo el fondo marino, que las corrientes han ido acercando hasta la orilla. Tienen forma de palomitas de maíz (para los canarios, roscas o cotufas), y por ello, esta cala, es más conocida por su sobrenombre, el de Playa de las Palomitas.
La playa atesora, en su fondo marino, los restos de un barco hundido, que, según cuentan las leyendas de Fuerteventura, iba cargado de oro. A finales del pasado siglo se encontró y pudieron rescatarse varias piezas de artillería del pecio.
Seguimos nuestro periplo hacia Majanicho. La pista va paralela a una abrupta y rocosa costa, producto de las extensas coladas lávicas emitidas por la alineación de los volcanes del Bayuyo. A lo largo del litoral se suceden caletas que quedan resguardadas del fuerte oleaje que azota el norte de la Isla.
Al cabo de los 6 kilómetros de haber iniciado esta ruta ciclista, empezamos a ver las primeras edificaciones modernas. Estarás en los Llanos del Dinero. Es momento de hacer otra parada. En cuanto vislumbres, a mano derecha, la primera casa, baja el ritmo y observa detenidamente hasta que veas una especie de cueva volcánica alfombrada de arena de playa. Ve hasta allí.
Cueva del Dinero
Acabas de llegar a la Cueva del dinero. Bueno más que una cueva, como has podido comprobar, es un arco volcánico inundado por el fino jable.
El acervo popular habla de un barco pirata que encalló en las inmediaciones de la Caleta del Barco, y que los piratas escondieron, en esta cueva, el tesoro que llevaba en sus bodegas, la Cueva del Dinero. A mediados del siglo XX unos buscatesoros estuvieron varios meses excavando en la zona, pero no encontraron ni una triste moneda de la supuesta fortuna.
Ya estamos acercándonos al final de la ruta.
Majanicho
A unos dos kilómetros de la Cueva y los Llanos del Dinero se encuentra Majanicho, una aldea de larga tradición pesquera. Es uno de los mejores lugares para disfrutar de los mágicos atardeceres majoreros.
La playa de Majanicho es un tanto rústica, sin aglomeraciones. Cuenta con unos 150 metros de longitud y una anchura media de 20 metros. Sus aguas son muy tranquilas, sin olas ni fuertes corrientes, lo que la hace ideal para ir con niños. Eso sí, mientras que permanezcas en su ensenada.
A las afueras de Majanicho, las fuertes corrientes y el viento son la seña característica de la zona. No en vano se ha convertido en punto de encuentro de los amantes del surf.
Lo más entrañable de Majanicho, son las casetas de pescadores, hoy en día convertidas en casas para pasar cortas temporadas. El punto neurálgico de la aldea es su plaza, cuyo protagonismo se la lleva una pequeña ermita, donde se venera a Nuestra Señora del Pino.
Al ser este un trayecto que va bordeando la costa tendrás ocasión de ver una gran cantidad de aves limícolas. Entre las que destacan zarapitos, garcetas, cigüeñuelas, vuelvepiedras, espátulas, chorlitos, correlimos, archibebes y garzas reales.
En cuanto a las plantas, uvillas de mar, lechugas de mar, moqueguirre, barrilla, matos, y rábanos marinos quizás sean las más representativas de esta parte de la costa majorera.