El tomate majorero

Los días en los que aprieta el calor es cuando más aumentamos la ingesta de ensaladas, frutas y comidas ligeras, alimentos todos ellos que aportan agua, fibra, hidratos de carbono, vitaminas, minerales, antioxidantes y, por supuesto, ayudan a bajar el calor corporal.

La verdad es que hay pocas cosas tan gratificantes, a nivel gastronómico, como tomarse un refrescante y nutritivo gazpacho, en una de esas sofocantes jornadas de julio. Bueno sí, degustar unos ricos tomates de Tiscamanita (tomates que saben a tomate) acompañados con taquitos de queso majorero, y aderezados con aceite de oliva virgen extra.

El Tomate en Canarias.

El tomate tiene su origen en América. No fue llevado a la península hasta finales del siglo XVI, pues se pensaba que era tóxico. A Canarias llegó poco más tarde. Su cultivo era a pequeña escala y estaba dedicado, fundamentalmente, a abastecer los mercados insulares. 

Las tierras volcánicas, y las suaves temperaturas que se dan, durante todo el año en nuestro archipiélago, ayudaron a que el tomate tuviera un gran auge en las postrimerías del siglo XIX, época en la que fue introducido para producirse a gran escala y ser exportado internacionalmente. 

El tomate en Fuerteventura

Las primeras plantaciones de tomates que empezaron a crecer,  en Fuerteventura, datan de principios del siglo XX. En 1903 se hicieron los primeros ensayos agronómicos para la plantación de tomates en nuestra isla.

Así lo reflejó el periódico majorero “La Aurora” el 12 de mayo de 1903. 

Como ensayo se han hecho pequeñas plantaciones de tomates en la próxima finca de Zurita, habiéndose remitido algunos bultos* al extranjero. (…)

Todo ha dado excelentes resultados (…)

* Un bulto corresponde a unos 6 Kg.

El auge de este tipo de plantaciones, en Fuerteventura, está íntimamente ligado al desarrollo de los molinos que extraían agua del subsuelo, y más específicamente a la aparición de los molinos multipala o Chicago. 

Los molinos Chicago, son esos molinos de más de 15 metros de altura, realizados en metal y con muchas aspas, que podemos ver salpicando toda la geografía majorera.

El hecho de regar con aguas subterráneas cuenta con el inconveniente de la alta salinidad de las aguas captadas, salinidad que solo toleraban, hasta cierto punto, la alfalfa y el tomate.

Son, precisamente, nuestras aguas subterráneas las que le dan al tomate de Fuerteventura unas características propias: Escasa acidez, dulzor de normal a intenso, y jugosidad y carnosidad también intensas. 

Contamos además con una variedad de tomate único: la “Especial Fuerteventura”, de bajo rendimiento, pero con la mejor calidad de todas las que se cultivan en Canarias, que alcanzaron los mayores precios del mercado en los años 70-80 del pasado siglo.

El éxito y la expansión de los campos de tomateros también se lo debemos, en gran medida, a la situación socioeconómica de la isla. En aquella época, Fuerteventura, contaba con mano de obra susceptible de ser empleada con bajos salarios. En esto se llevaba la palma la mano de obra de las mujeres. 

La incorporación de la mujer a la zafra del tomate significó mayores beneficios, para los dueños de las explotaciones agrarias. La razón de ello estaba en el hecho, de que sus salarios constituían la mitad que los de los hombres. Además era común utilizar mano de obra infantil, que apenas percibían unas “perras” por un trabajo duro. A eso hay que sumarle que las mujeres representaban más de la mitad de la mano de obra empleada en este tipo de cultivo. Así que, los pingües beneficios eran solo para unos pocos. Esto fue así hasta que llegó el turismo a la isla, y esa mano de obra se trasladó a los hoteles. 

Pero volvamos a los orígenes. 

Si los primeros ensayos se hicieron en 1903, podemos decir que un año más tarde ya estaban en producción las primeras grandes plantaciones en Gran Tarajal, creadas por D. Matias López, y que ya se exportaba tomate de Fuerteventura en 1905.

El Diario de Las Palmas, en septiembre de 1905 recogía.

La importante casa frutera de Elder y Fiffe se propone arrendar y levantar grandes almacenes en los pueblos del sur de Fuerteventura, para ampliar el negocio de tomates en la expresada isla.

En poco más de una década Fuerteventura comenzó a despuntar en la producción de tomates a nivel canario. El centro neurálgico de dichas plantaciones se centró en los municipios de Tuineje y Pájara.

En 1917 se creó la primera colonia agrícola de la isla. Se instaló en el valle de Gran Tarajal, concretamente en la “Cañada de la Mata”.

Durante más de medio siglo la población majorera se triplicaba durante la época de la zafra del tomate. Llegaban cientos, miles de personas de otras islas, e incluso de la península, para trabajar en las distintas actividades que generaban el cultivo y la comercialización del tomate.

La exportación del tomate majorero llegó a su punto álgido a mediados de los 80 del siglo XX. En 1984 salieron del puerto de Gran Tarajal casi 11.000 toneladas de tomates, cuyo destino final era, principalmente, Reino Unido.

A principios de los 90 pocos tomates se exportaban desde Fuerteventura, aun así nunca se ha dejado de cultivar esta fruta. 

Desde 2010 se han hecho importantes avances en la recuperación de las variedades de tomate “Huevo de Gallo” y “Especial de Fuerteventura”. El tomate “Huevo de Gallo” es una variedad que históricamente se ha cultivado en el norte de la isla, mientras que la “Especial de Fuerteventura” es la que mejor se daba en el sur de la Maxorata. Las semillas de estas dos variedades se han conservado durante más de 40 años en perfectas condiciones, gracias al tesón de unos pocos agricultores.

 

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