Si venir al mundo, en el pequeño islote de Lobos, se puede considerar nacer en Fuerteventura, entonces, Josefina Plá es majorera.
Esta ilustre escritora, no solo fue garante de las letras castellanas en Hispanoamérica, sino que también cultivó otras disciplinas. Fue en el sentido más amplio: una artista.
Josefina Plá, era hija de un farero. Como funcionario del Estado, Leopoldo, que así se llamaba su padre, ejercía la profesión en cualquier parte del país. Allá donde era requerido tenía que marchar con su familia, por un periodo, a veces, indeterminado.
En la primavera de 1903 Leopoldo Plá fue destinado, forzosamente, al faro de Martiño, en el islote de Lobos.
Así recogió, la prensa de la época, el nombramiento de la persona que debía mantener encendida la señal luminosa del Islote de Lobos.
Diario de Tenerife – 10 de junio de 1903
Ha sido destinado al faro de Martiño en Fuerteventura, el torrero de la clase de terceros, D. Leopoldo Plá Botella.
Este traslado fue, más bien, un castigo. Se le asignó uno de los peores destinos que pudiera haber en esa época. Esto estuvo motivado por haber hecho gestiones y ofrecimientos ilícitos a cambio de conseguir un mejor destino.
En noviembre de 1903, a los cinco meses de llegar la familia Plá – Guerra, al islote de Lobos, nació Josefina. La bautizaron con el nombre de María Josefa Teodora. El bautismo tuvo lugar en la pequeña iglesia de Femés, en la vecina isla de Lanzarote. Cuarenta camellos con sus respectivos camelleros, formaron una comitiva que acompañó a la pequeña infante hasta el santuario conejero.
Josefina pasó los cinco primeros años de su vida en la isla de Lobos. El corretear con total libertad, el modo de vida que les proporcionaba el pequeño islote, y el poder observar la naturaleza en toda su esencia, la marcó, de manera significativa para toda su vida. A pesar de que no regresó a este trozo de tierra, a medio camino entre Lanzarote y Fuerteventura, Lobos siempre estuvo en su corazón.
Josefina escribió:
Nunca olvidé que era canaria, y para más, majorera. Pero nunca tampoco pude recordar cómo eran -cómo son- estas Canarias con cuyo barro se amasaron años párvulos míos.
(…) tuve una niñez relativamente feliz. Digo relativamente porque tenía a otros niños con quienes jugar. Había rocas por doquier y algunas pocas plantas raquíticas. A veces el paisaje era desolador y deprimente. Lo único que me sacaba de mi estado melancólico eran las gaviotas. Me pasaba horas y horas estudiando sus vuelos y comportamientos.
Creo que aquella vida en medio de la nada, rodeada del mar insondable y del horizonte lejano fue templando mi espíritu para mi vida futura.
En julio de 1908 la familia Plá regresó a la península, en el buque Hespérides.
En la alicantina ciudad de Villajoyosa pasó su adolescencia. Siendo una veinteañera conoció a su gran amor: el artista paraguayo Andrés Campos Cervera, cuyo seudónimo artístico era Julián de la Herrería. Él contaba, por aquel entonces, con unos 36 años.
Solo les bastó una semana de cortejo, en Alicante, para darse cuenta de que estaban hechos el uno para el otro. El artista paraguayo, tuvo que marchar a su país, pero el noviazgo a distancia, siguió vivo durante varios años.
En enero de 1927 Josefina se casó, por poderes, con el artista ceramista Julián de la Herrería. La boda se celebró doblemente el mismo día. Ella en Almería, él en la ciudad de Asunción.
El día de Reyes Josefina partió, en barco, hacía la capital paraguaya.
Al poco de llegar a su nuevo país, fundó la primera emisora de radio en Paraguay. Poco más adelante empezó su carrera en el mundo de las letras, primero como periodista de trincheras, más tarde escribiendo un sinfín de artículos, poesía, teatro, periodismo, y narrativa. También destacó como ceramista.
Su ingente actividad se vio jalonada con todo tipo de distinciones: miembro de Honor de la Sociedad Argentina de Escritores, miembro de la Academia Internacional de Cerámica, Mujer paraguaya del año (1977) o miembro de la Academia Paraguaya de la Lengua y de la Historia. Asimismo, fue distinguida con la Medalla del Bicentenario de los Estados Unidos (1976), la Medalla de Oro de las Bellas Artes de España (1995), el doctorado honoris causa por la Universidad de Asunción (1981) y el nombramiento de Dama de Honor de la Orden de Isabel la Católica (1977). También, estuvo varias veces nominada al Premio Cervantes.
A pesar de ser, Josefina Plá, uno de los referentes literarios y artísticos más influyentes en Hispanoamérica, en España y más concretamente en Canarias, estuvo olvidada intencionadamente hasta mediados de los años 80 del pasado siglo. Podríamos decir que, fue ignorada y vetada literariamente por haber participado en la Guerra Civil Española, en el bando republicano.
Josefina Plá falleció en enero de 1999.
El islote de Lobos se ha convertido, en cierta manera, en una isla homenaje a nuestra ilustre escritora que, un día, marchó a descubrir el mundo.
A escasos metros del muellito de Lobos, un busto de la poetisa contemplando el impetuoso mar, recuerda que estamos pisando su tierra natal. Asimismo, su vivienda: el faro de Martiño, es lugar de homenaje. Dos placas de bronce: una en la fachada del faro, y otra frente al mar, con un bajorrelieve de una gaviota y textos suyos, hacen que nos olvidemos, por unos instantes, del abrumador paisaje del islote de Lobos, y seamos partícipes de la poesía de Josefina Plá.