La barrilla y el cosco

Estamos tan acostumbrados a pasar por los comercios y comprar todo aquello que queremos que, muchas veces, no reparamos en su proceso de elaboración, y menos, en las materias primas que se necesitan para su fabricación. Por ejemplo, hoy en día, comprar una pastilla de jabón nos parece una nimiedad, y elaborarlo en casa una entretenida manualidad para hacer en familia. Sin embargo, hasta bien entrado el siglo XIX, la cuestión era distinta. No todos los componentes se encontraban tan fácilmente, ni estaban al alcance de cualquiera.

Uno de los elementos imprescindibles, tanto para manufacturar jabón, como para la elaboración de cristal, es la sosa. Y, hasta que Nicolás Leblanc, a finales del siglo XVIII, no inventó la sosa artificial, esta se extraía de diversas plantas conocidas como barrilleras o soseras.

Las plantas barrilleras, son una serie de plantas halófilas, que crecen en lugares áridos, de gran salinidad. De ambas características Fuerteventura es muy generosa. Solo tienes que dar un paseo por la costa majorera, para encontrar grandes cantidades de estas plantas utilizadas para la fabricación de sosa: barrilla y cosco, principalmente.

La barrilla o escarcha (Mesembryanthemum crystallinum) se diferencia fácilmente del cosco (Mesembryanthemum nodiflorum), porque esta última tiene una coloración rojiza muy intensa. Por su parte, la barrilla cuenta, en sus hojas, con unas papilas acuosas muy significativas. Sus flores, además, son mucho más grandes y vistosas que las del cosco. 

A pesar de estas sustanciosas desigualdades, ambas eran denominadas barrilla. Se recolectaban y procesaban juntas. 

La barrilla como motor económico de Fuerteventura.

Las plantas barrilleras jugaron un papel fundamental en la economía de la isla. Fueron uno de los motores económicos más importantes de Fuerteventura. 

Las plantas se recolectaban y se secaban. Una vez secas se quemaban. Las cenizas, muy ricas en sales alcalinas, se compactaban, y se formaban con ellas pequeños bloques de piedra de barrilla, que después se cargaban en los barcos.

Cada año salían buques cargados con toneladas de piedra de barrilla hacia algunos puertos europeos, de Inglaterra fundamentalmente. También se fletaron barcos hacia los Estados Unidos.

Desde los albores del siglo XIX, Puerto del Rosario, bueno Puerto Cabras por aquel entonces, se convirtió, en el puerto más importante de la isla, gracias a la incesante actividad barrillera. Eran muchos los buques y comerciantes ingleses que recalaban en las actuales aguas capitalinas para negociar con este producto. El ir y venir de barcos, y bienes comerciales, fue la razón de que un mero puerto de mercancías se convirtiera en la capital de Fuerteventura.

El comercio de barrilla suponía, a principios del siglo XIX, el 25 % de la riqueza agrícola de la isla. Se trataba, por tanto, de una actividad bastante lucrativa para unos terrenos que no soportaban otro tipo de cultivo. En muchas zonas se simultaneaba el cultivo de cereal y barrilla.

Hubo años en los que, incluso, se exportó más cantidad de barrilla que de cereal. Como apunte anecdótico comentar que, entre 1800 y 1804 se vendió cereal, en Fuerteventura, por valor de 6.880.000 reales de vellón, frente a los 7.072.000 reales de vellón de barrilla. Los pingües beneficios que proporcionaba el comercio de la barrilla dieron pie al contrabando y al tráfico irregular de esta materia prima. Se calcula que, en el primer lustro del siglo XIX, más de 6.000.000 de reales de vellón en barrilla no pasaron por los cauces oficiales ni por las aduanas, ahorrándose el pago de tasas e impuestos por dicho comercio. 

La recolección de plantas barrilleras suponía un aliento económico para las familias más desfavorecidas, que en el caso de Fuerteventura eran la mayor parte de la isla. Pues bien, cuando en 1829 los  hermanos lanzaroteños García Corral, arrendatarios de la dehesa de Guriamen, en la Oliva, decidieron prohibir el paso a sus vecinos para recolectar cosco y barrilla, casi 500 personas de Villaverde, Los Lajares, La Oliva y Corralejo, se alzaron en armas contra ellos. Este acontecimiento histórico se conoce como el “Motín de Guriamen”, y su protagonista es un pueblo subyugado al poder burgués. El “Motín de Guriamen” cuenta con todos los elementos épicos para convertirse en una novela cuan Episodio Nacional se tratase.

Con el descubrimiento de la sosa artificial, el comercio de la barrilla se desplomó durante la segunda mitad del siglo XIX, y su exportación llegó a su fin. En apenas unas décadas el precio del quintal de piedra de barrilla cayó, pasando de pagarse a 70 reales de vellón, a 7,5 reales de vellón.

A pesar de que ya no salían barcos hacia Inglaterra cargados de barrilla, su comercio continuó a nivel local. En 1900 el quintal de barrilla se pagaba a 1,25 pesetas. 

La barrilla y el cosco en la alimentación.

En las épocas de hambruna, la población majorera recurrió tanto a las semillas del cosco como a las de la barrilla para elaborar el “gofio de cosco”. Este gofio es algo más salado que el de cereal, pero tiene notables propiedades nutritivas.

El gofio de cosco se producía y consumía dentro de la familia. No se comercializó, excepto en ocasiones extremas en las que se intercambiaba por otros alimentos. Al igual que cualquier otro tipo de gofio, el de cosco, también se tomaba para acompañar al pescado salado y caldos, con azúcar y a cucharadas, etc.

Hubo épocas de hambruna tan pronunciadas, en Fuerteventura, en las que se llegó prohibir la recolección de barrilla y cosco para la obtención de sosa. La barrilla, que se había recolectado, debía de repartirse entre los pobres para que pudieran alimentarse de algo.

 

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