Fuerteventura cuenta con ciertas características naturales que han favorecido, durante siglos, tanto las invasiones por mar como los ataques de corsarios y piratas.
Entre estas singularidades podríamos nombrar que:
- Es una isla muy larga. De punta a punta mide casi 100 km. Es, por tanto, la isla de mayor longitud de todo el archipiélago canario, lo que complica la defensa de su litoral.
- Su orografía, de costas suaves y calas escondidas, facilitaba que los barcos enemigos pudieran fondear en casi cualquier punto de Fuerteventura, sin ser detectados, y comenzar así una incursión. Los invasores podrían adentrarse hasta las poblaciones más desprotegidas que, por lo general, se encontraban tierra a dentro.
A pesar de estas particularidades las defensas majoreras siempre fueron deficitarias en número y en equipamiento.
Es probable que pienses que los baluartes solo se levantaron tras la conquista franco-normanda y la posterior colonización castellana. Sin embargo, debo comentarte que, los mahos ya disponían de una amplia red de puntos de vigilancia y de construcciones de carácter defensivo. Empecemos por ellos.
Atalayas de vigilancia y otras construcciones defensivas, en época prehispánica.
Durante la época prehispánica los mahos levantaron un buen número de atalayas de vigilancia que dominaban la costa. Estos oteaderos se encontraban en puntos estratégicos. Desde ellos se tenía una buena visión de parte del litoral, y, por lo general, se localizaban en cimas cercanas a la costa. Además, no debían tener otras montañas delante que le taparan la visión. Escanfraga, La Atalayita, Montaña Blanca de Arriba, Montaña de Tao, o Cuchilletes de Buenavista son solo algunos ejemplos de donde estuvieron ubicadas estas atalayas.
Pero, los mahos no solo se apostaron en enclaves para vigilar la costa, también levantaron pequeños baluartes que les sirvieron de apoyo durante los ataques por tierra. Recordemos que, Fuerteventura, en época de la conquista estaba dividida en dos jefaturas tribales: La de Ayose y la de Guise. Pues bien, entre estos dos clanes hubo escaramuzas. Las defensas se levantaron en zonas fronterizas de las dos jefaturas. Todavía quedan restos de algunas de estas fortalezas como la que hay en el barranco de la Torre y en el barranco de Muley.
Con la llegada de los conquistadores, Gadifer de La Salle y Jean de Bethencourt los sistemas defensivos se incrementaron. Los franco-normandos también construyeron sus pequeños bastiones, que ofrecían protección contra los ataques de los mahos. Hoy en día los conocemos como Castillos Betancurianos. Entre ellos destacan la torre de Valtarajal, el Castillo de Riche-Roche, y el Castillo de Lara.
Fortificaciones tras la conquista
Tras la conquista, y durante un tiempo, se siguieron utilizando los puntos claves de vigilancia que los aborígenes de Fuerteventura habían acondicionado. Estos puntos funcionaban de forma similar a cómo lo hacían las atalayas árabes de la península ibérica. Estaban conectados visualmente, al menos, con otros dos, y a través de señales de humo por el día y de la luz de las hogueras por la noche, permitían alertar de cualquier peligro inminente.
Aunque hubo intentos, desde finales del siglo XVI, para construir una verdadera fortaleza que pudiera albergar artillería, no sería hasta dos siglos después cuando estos proyectos se materializaron.
Hasta mediados del siglo XVIII no existió ninguna fortificación en Fuerteventura, que defendiese la isla de los continuos ataques de piratas berberiscos, británicos y franceses. Las torres construidas por los conquistadores fueron destruidas tiempo atrás y, aunque se había pensado en una fortaleza para defender Betancuria, todo quedó en una idea que nunca se construyó.
En 1741 se proyectaron 3 baluartes defensivos: uno en El Cotillo, otro en Caleta de Fuste y el último en Tarajalejo. El de Tarajalejo no se llegó a levantar.
Torre del Tostón
La Torre de Nuestra Señora del Pilar y San Miguel, más conocida como Torre del Tostón, se alza sobre un escarpe rocoso, al sur de El Cotillo.
La fortificación fue proyectada por el ingeniero Claudio de Lisle a mediados del siglo XVIII.
La función de este baluarte era la de defender la costa y proteger las naves fondeadas, en el puerto del Cotillo, de los ataques de piratas berberiscos, británicos y franceses.
La Torre del Tostón consta de un cuerpo de planta circular, de desarrollo troncocónico, con dos pisos de alzada y plataforma con parapeto. A su interior se accede a través de una escalera de cantería que da paso a un puente levadizo con cadenas de hierro, situándose la puerta un par de metros sobre el suelo.
Para cumplir con su cometido, la terraza de la torre iría armada con 4 cañones. El baluarte también contaría con almacén de pólvora y apoyo de fusilería.
El Castillo de San Buenaventura
La Torre de San Buenaventura se localiza en el municipio de Antigua, en el extremo este de la bahía de Caleta de Fuste. A diferencia de su torre hermana, la del Tostón, no se encuentra en una zona escarpada sino a nivel del mar.
Caleta de Fuste es conocida también como “El Castillo”, precisamente por ser la torre de San Buenaventura la edificación más emblemática de la localidad.
A pesar de que el proyecto para las dos torres: la de El Tostón y la de San Buenaventura era el mismo, el baluarte de Caleta de Fuste sufrió modificaciones más significativas. Si alzamos la vista hasta el parapeto superior veremos que la torre de San Buenaventura cuenta con troneras abocinadas, espacios ideados para instalar en ellos pequeños cañones. Esta torre, además dispone de una garita, que la del Tostón no tiene, y que cubre la salida de la escalera hacia la terraza superior.
Pero, como no es lo mismo contarlo que verlo, te proponemos que visites estos lugares castrenses.
¡Ah! Se nos olvidaba, como la Torre del Tostón y la de San Buenaventura no llegaron a tener un servicio muy activo, ya que a partir de su construcción, en el siglo XVIII, descendieron los ataques de los piratas, las instalaciones de ambas se utilizaron como cárcel.